miércoles, febrero 22, 2006

VIVE LA VIDA!

Vive la vida
Vívela en la calle
y en el silencio de tu biblioteca.
Vívela con los demás, que son las únicas
pistas que tienes para conocerte.
Vive la vida en esos barrios pobres
hechos para la droga o el desahucio
y en los grises palacios de los ricos.
Vive la vida con sus alegrías incomprensibles,
con sus decepciones (casi siempre excesivas),
con su vértigo.
Vívela en madrugadas infelices
o en mañanas gloriosas,
a caballo por ciudades en ruinas
o por selvas contaminadas
o por paraísos,
sin mirar hacia atrás.
Vive la vida!



Agosto 8 de 1995 / 23:00
Ese día, escribí ya tarde de noche, casi como ahora, en mi diario personal, este texto que ahora comparto contigo:
Hoy me he percatado que somos una sociedad apática, cargada de vicios y acostumbrada a dejar en manos de los otros (muy pocos) decisiones importantes respecto a nuestra vida; inmersos en nuestra cotidianeidad sólo nos interesa lo que es provechoso para nosotros, o, cuando nos sentimos agredidos en nuestros intereses, no nos importa caer en mezquindades y bajezas para defenderlos. Intereses fincados en una sociedad que ha encumbrado el consumo y privilegiado el aspecto material de la vida, soslayando aspectos éticos, morales y espírituales que son imprescindibles a la naturaleza humana, ante la falta de estos valores la sociedad degenera, el individuo se convierte en masa, pierde su personalidad, su capacidad creativa, su espontaneidad, su originalidad, renuncia a sí mismo y se niega para lanzarse a la búsqueda del placer, del poder, del triunfo tal como la propia sociedad le ha instruido: pasando por sobre los demás; aprovechándose de ellos, pisotéandolos si es necesario; todo, tras una efímera meta: tener mas, tener cada vez más. Anteponemos el tener al ser; la cantidad a la calidad; esta visión cuantitativa de la vida demerita todo espíritu, lo vuelve vulgar y mediocre y es capaz de transformarnos en bestias humanas. La rapiña ha anidado en el corazón de los hombres, ello es la razón de tanta injusticia en el mundo.
Más si los que están sufriendo la opresión, la marginación y la represión brutal por quienes se han dejado perder enloquecidos por el poder y fincan su objetivo de vida en la acumulación de bienes materiales; aspiran, asimismo en llegar a ocupar el lugar de sus opresores, la historia humana no registrará avance; podrán seguir el desarrollo en la ciencia y la tecnología, quizás se puedan conquistar nuevos mundos, pero el hombre seguirá siendo un esclavo de la materia, podríamos decir: un bruto "ilustrado"; el espíritu humano debe despertar, cuando esto ocurra nuevos horizontes de desarrollo se abrirán a la humanidad.
Hoy somos como llamas, sabemos que nos vamos a extinguir y pese a ello, nuestro empeño está dirigido a aumentar el tamaño de la flama, a demostrar su brillo, como queriendo inmortalizarla y un día de tantos la llama se extingue del todo, acaba. En este acrecentar nuestra llama de vida, no nos importa quemar a otros, hacer perder el camino a los demás deslumbrándolos y consumirnos a nosotros mismos.
Cuando reconozcamos que sólo somos una humilde flama y no pretendamos ser más que eso, que Dios nos ha permitido ser; aprenderemos a reconocer que una humilde flama puede ser mucho más valiosa que una llamarada incandescente; una humilde flama puede iluminar las vidas de otros, una humilde flama puede señalar el camino a los demás y lo más importante, una humilde flama, nos enseñará a descubrir en nuestro corazón, el abrazo divino que conforta y da calor a nuestras vidas.

domingo, febrero 12, 2006

De mi diario personal...

12 de Nov. 1988 23:39 hrs.

Esa noche abrí mi diario para escribir mis sentimientos, entonces un cuaderno, hoy que este espacio en la web, sustituye aquel ajado cuaderno que guardo con gran cariño, quiero compartir lo que aquella noche plasmé:

"No quiero ser un soñador, quiero ser consciente de mis circunstancia y mis alcances reales y objetivos, quiero ser dueño de mis actos, rector del rumbo que mi vida habrá de seguir y aceptar mi momento literal, intensa y profundamente con alegría, responsabilidad y coraje, sin olvidar que de el, dependerá mi futuro".

Si hoy me preguntaran si sigo deseando lo mismo, debo responder con toda franqueza que en parte, solo en parte, porque he aprendido que en la vida hay que ser poéticos para poder ser objetivos, de tal forma que se vale tener sueños, muchas veces te topas con ellos y una que otra vez los puedes ver realizados. Sigo creyendo firmemente que la vida debe vivirse con alegría intensa.

Si de algo sirviera como justificante personal, de 1988 a la fecha, he logrado llegar hasta aqui, espero no haberlo hecho tan mal, aunque ya no importa tanto, la vida hay que tomarla tal cual, como viene, siempre con responsabilidad y asumiendo consecuencias, todos nuestros actos tienen consecuencias, quizá ese sea uno de los aprendizajes que más aprecio hoy en mi vida, hay que ser consciente de ello.

viernes, febrero 10, 2006

¿POR QUÉ INTRAMUROS?


Por que se trata de un espacio que me permita ir hacia dentro, explorar aquello por lo que cada día despierto y me siento vivo.

Por que de algún modo hay que traspasar los muros que creamos para construirnos una imagen externa que a veces agobia y asfixia nuestra verdadera naturaleza.

Por que intramuros están los motivos, los anhelos, los sueños, las ideas y sentimientos que dia a dia nos permiten levantarnos para saludar a la vida.

==================

Naturalmente, Blaise Pascal lo expresó mejor que nosotros y antes que nosotros: ¿Hay algo más doloroso y que exalte más que el hecho de ser hombre en medio de un cosmos secreto, incomprensible en su finalidad; un cosmos que nos penetra por los estrechos poros de nuestros sentidos, y no obstante nos forma y amalgama; que existió antes que nosotros y que persistirá cuando nosotros ya no existamos; un cosmos en perpetuo cambio como nosotros mismos, mientras un artefacto cualquiera nos da un sentido de lo estable y de lo discontinuo, cuando fabricamos lo finito con la aprehensión de lo infinito?

Añadan que si este hombre estudia la vida, se aprovecha de la experiencia de sus predecesores que le han confiado cierto conocimiento de determinado aspecto de la vida y de la muerte, problemas esenciales si los hay, pero que no pueden ser separados del cosmos, de la materia y de la energía, ni del tiempo.

Cuando, en la soledad de un paisaje elevado, se contempla el fragmento de tierra que nos limita en el horizonte, el espíritu salta de ese espacio estrecho a los espacios infinitos, del tiempo presente al de las épocas geológicas pasadas; se asusta al remontarse al nacimiento de nuestro mundo, se pierde y abandona toda esperanza de comprender nada ante la idea de la del universo. De ese sentimiento trivial emergen dos nociones, la del espacio y la del tiempo, que se nos dice que son relativas y, si cae la noche, sabemos también que la luz que nos llega de esa estrella partió, hace algunos millones de años-luz, de una masa de materia caótica que no existe quizás en el momento en que la vemos.

Desanimados, nuestras miradas vuelven a caer sobre ese pequeño horizonte terrestre que nos rodea. Imaginamos nuestro globo errando y girando en el espacio e intentamos tranquilizarnos con la presencia de ese encino cercano cuyas hojas tiemblan en el aire de la noche, con el ruido de la ciudad que trabaja y sufre a nuestros pies, con la presencia de esos hombres encadenados en la misma nave cósmica y que no parecen preocuparse de ello. Nos sentimos reconfortados con la hormigueante vida que nos rodea. En ese trozo de mar que entrevemos a lo lejos, sabemos que cada milímetro cúbico es ya un mundo de formas microscópicas y, bajo nuestros pies, adivinamos la vida en formas bacterianas, de los hongos y microartrópodos. Sabemos o creemos saber cómo esa vida adquiere su origen en la energía fotónica del sol. Intentamos representarnos la organización molecular que la sostiene. De la mólecula nuestra imaginación pasa al átomo y a lo que la física cuántica nos hace conocer: otra dirección del espacio, acaso más familiar, hacia lo infinitamente pequeño, que se resuelve en la energía, o dicho de otro modo, en nuestra ignorancia.

Y el tiempo está siempre ahí, incomprensible. ¿Qué era este fragmento de terreno hace cien, mil o un millón de años atrás? ¿Qué era este paisaje, este fragmento de materia inanimada con la capa de vida que lo cubre? Nada ha cesado desde el principio, todo ha sucedido siempre, y nada sabemos de todo ello hasta la aparición de la conciencia humana. Además, ésta jamás ha sido la misma y debe contentarse con una mirada retrospectiva muy empañada por un antropomorfismo de actualidad. El Hombre jamás ha sido el mismo hombre en el mismo ambiente y la Historia en realidad no existe.

Sin embargo ahí están esos caminos, esas chimeneas de los hornos tabiqueros, esas luces de neón, todo lo que el hombre ha creado, construido, atormentado. No tiene nada de hormiguero o de colmena, semejante a sí mismo desde hace millones de años. Hay esa complejidad creciente de la materia que se organiza. Hay hombres, muy numerosos, que lo invaden todo y que, hasta en ese lugar todavía puro, han construido esas torres para alta tensión.

Y entonces la esperanza vuelve suavemente a este estudioso de la vida que adivina un vínculo, o más bien una ausencia de discontinuidad, entre la bacteria anaerobia que holla su pie, las últimas luces de un rojo sol que se pone, la verde hoja del encino, el reloj que, en su muñeca, le dice que es la hora en que le estan aguardando para la cena familiar, y el obrero que entra a la fábrica.

Entonces, antes de descender de su colina para mezclarse de nuevo con la agitación humana, una certeza le oprime en forma de monstruo bicéfalo, de dialéctica intransigente. Certeza de no poder nunca conocer nada de una manera absoluta, a pesar de la multiplicación enorme de los sentidos humanos, a pesar de la multiplicación de los medios de aprehensión del mundo, el microscopio y el telescopio. Porque, para conocer de manera absoluta, tendríamos que estar al mismo tiempo en el exterior y en el interior de todo. Deberíamos poder contemplarlo todo por fuera y por dentro a la vez y en conjunto. Y, no obstante, conocer, aprehender el mundo lo más completamente posible parece ser, en verdad, el deber innato de cada hombre, la única manera, para él, de integrarse al cosmos, a los otros hombres, a la vida y a la materia, con la consciencia de su acción sobre él y de su acción sobre ellos.

=====================

CORAZÓN

Corazón, sé una puerta cerrada para el odio:

de par en par abierta siempre para el amor.

Sé lámpara de ensueños celestes, y custodio

de cuanto noble germen nos prometa una flor.

Corazón, ama a todos, late por todo anhelo

santo, tiembla con todo divino presentir;

da sangre a cuanto impulso pretenda alzar el vuelo;

calor a todo intento de pensar y de vivir.

Sé crátera de vino generoso, que mueva

a los grandes propósitos. Sé vaso de elección,

en donde toda boca sedienta la fe beba.

Sé roja eucarístia de toda comunión, corazón.

Amado Nervo